"Mucha gente piensa que la filosofía es algo muy abstracto y para especialistas. Yo tengo y vivo la idea de que la filosofía no tiene nada que ver con especialistas, de que no es una especialidad o, si lo es, lo es en el mismo sentido que la pintura, la música, etc." Gilles Deleuze

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Entrevista. Letra R (Resistencia)


Primo Levi

En esta letra habla también sobre la ciencia, el arte y la estupidez, pero lo más importante: habla de Primo Levi. Supongo que sobre todo se refiere a “Si esto es un hombre” y “Los hundidos y los salvados”.Tal vez, en un par de entradas más suba algo de estos libros.
Es mi letra preferida de toda la entrevista. Deleuze hablando de Levi con emoción es todo un regalo.

CP: “R” de Resistencia y no de Religión. Siempre que creamos, resistimos. Entonces, los artistas, los cineastas, los músicos, los matemáticos, los filósofos, toda esa gente resiste. ¿Pero a qué resisten exactamente? Pero vayamos por partes. La filosofía ha creado conceptos, pero la ciencia, ¿crea conceptos?

GD: No, en cierto modo es una cuestión de palabras, Claire, porque, si decidimos reservar la palabra concepto para la filosofía, entonces a las nociones científicas hay que designarlas con otra palabra. Tampoco se dice que un artista crea conceptos. Digamos que un científico es alguien que crea funciones (no digo que sea la mejor palabra). Einstein, Galois, los grandes matemáticos, los físicos, los biólogos, crean funciones. Y bien, ¿en qué medida eso es resistir? Resisten, en primer lugar, a los arrastres y a los deseos de la opinión corriente, es decir, a todo ese dominio de interrogación imbécil. Tienen fuerza para exigir su propio ritmo, nadie conseguirá fácilmente que los científicos renuncien a algo en condiciones prematuras. Del mismo modo que nadie tiene el derecho de atropellar a un artista. 


Creo que uno de los motivos del arte y del pensamiento es una cierta vergüenza de ser un hombre. El hombre que lo ha dicho, el artista, el escritor que lo ha dicho con mayor profundidad es Primo Levi. Sabe hablar de esa vergüenza de ser hombre y lo hace a un nivel enormemente profundo, porque lo hace tras volver de los campos de exterminio. Dice: “Sí, cuando fui liberado, lo que dominaba era la vergüenza de ser un hombre”. Se trata de una frase espléndida, muy bella, y a la vez no es algo abstracto: la vergüenza de ser hombre es algo muy concreto. Y no quiere decir las tonterías que podrían hacerle decir. No quiere decir “somos todos asesinos”, no quiere decir “somos todos culpables por el nazismo”. Se trata de un sentimiento complejo, no de un sentimiento unificado, y significa, primero, ¿cómo es posible que hombres hayan podido hacer eso (es decir, hombres que no son yo mismo)? Y, en segundo lugar, ¿cómo es posible que a pesar de ello yo haya transigido? No me he convertido en un verdugo, pero no obstante he transigido bastante para sobrevivir. Y en tercer lugar una cierta vergüenza, propiamente dicha, de haber sobrevivido en lugar de algunos amigos que, por su parte, no sobrevivieron. Así, pues, la vergüenza de ser un hombre es un sentimiento extraordinariamente compuesto.
Y creo que en el origen del arte encontramos esa idea, o ese sentimiento muy vivo: cierta vergüenza de ser un hombre, que hace que el arte consista en liberar la vida que el hombre encarcela. Liberar una vida potente, una vida que es más que personal, que no es la propia vida. No se trata en absoluto de cosas abstractas. ¿Qué es un gran personaje de novela? No es un personaje que se toma prestado de la realidad y se lo exagera: Charlus (es un personaje de “En busca del tiempo perdido”) no es Montesquieu exagerado por la imaginación genial de Proust. Se trata de potencias de la vida fantásticas. En todo caso, si un personaje de novela es una especie de gigante, es una exageración con respecto a la vida, pero no con respecto al arte. El arte es producción de esas exageraciones. Y por su sola existencia es ya resistencia. O, como decíamos, y entonces enlazamos con nuestro primer tema, la letra “A”: escribir es siempre escribir para los animales, es decir, no “por ellos”, sino “en su lugar”. Hacer lo que los animales no podrían hacer: saber escribir, liberar la vida, liberarla de las cárceles que el hombre fabrica. Eso es resistir. No resulta difícil entenderlo cuando vemos lo que hacen los artista, pues no hay arte que no sea una liberación de una potencia de vida y, ante todo, no hay arte de la muerte.

CP: Algunas veces el arte no es suficiente: Primo Levi terminó suicidándose…

GD: Sí, se suicidó, no podía aguantarlo. Pero suicidó su vida personal: hay cuatro páginas, o doce, o cien páginas de Primo Levi que permanecerán como resistencias eternas a lo que sucedió. Y además, cuando yo hablo de la vergüenza de ser un hombre, tampoco lo hago en el sentido grandioso de Primo Levi. En nuestra vida cotidiana hay acontecimientos minúsculos  que nos inspiran la vergüenza de ser un hombre. Por ejemplo, asistimos a una escena en la que alguien es demasiado vulgar; no hacemos una escena por ello, pero nos molesta, nos molesta por él y por nosotros mismos porque parecemos soportarlo. Ahí también llegamos a una especie de compromiso. Y si protestáramos con un “eso que decís es vergonzoso”, haríamos de ello un drama, así que estamos atrapados. Esto no admite comparación con Auschwitz, pero incluso en ese grado minúsculo hay una pequeña vergüenza de ser un hombre. Y si no sentimos esa vergüenza, no hay motivos para hacer arte.

CP: Pero, justamente, cuando creás, cuando sos un artista, ¿sentís los peligros en todo momento, los peligros que te rodean? ¿Hay peligros por todas partes?

GD: Claro que sí. También en filosofía. Es lo que dice Nietzsche: la filosofía debe hacerle daño a la estupidez, resistir a la estupidez. La gente hace como si la filosofía, después de todo, estuviera bien para las conversaciones de sobremesa, pero si no hubiera filosofía la estupidez sería mucho más grande. Lo mismo si no hubiera arte. Así que cuando decimos que crear es resistir, es algo efectivo: el mundo no sería lo que es si no hubiera arte. No se trata de que la gente lea filosofía, sino de que la sola existencia de la filosofía impide que la gente sea tan estúpida y tan tonta como lo sería si ésta no existiera.

CP: Y, por ejemplo, cuando se anuncia la muerte del pensamiento, la muerte del cine, la muerte de la literatura…¿a vos te hace reír eso?

GD: No hay muertos, hay asesinatos. O sea, no hay muerte natural. Porque en la medida en que algo no desempeñe y no ocupe la función de la filosofía, ésta tendrá todos los motivos para subsistir, y si algo distinto ocupa la función de la filosofía no llego a comprender hasta qué punto sería algo distinto de ella. Si uno dice, por ejemplo: la filosofía consiste en crear conceptos y, gracias a ello, en hacer daño a la estupidez e impedirla, entonces, ¿querés que muera la filosofía? Pueden impedirla, pueden censurarla, pueden asesinarla, pero tiene una función, no va a morir. A mí la “muerte de la filosofía” siempre me ha parecido una idea propia de imbéciles. Ni siquiera entiendo lo que quiere decir la “muerte de la filosofía”. ¿Qué va a reemplazar a la filosofía? ¿Qué va a crear conceptos? ¿La informática? ¿Los publicistas? Muy bien, tendremos los “conceptos” de la publicidad: el concepto de una marca de tallarines. Así no hay rivalidad con la filosofía, porque no creo que la palabra “concepto” se use de la misma manera.

CP: ¿Podemos decir que vos, Félix Guattari, Foucault, forman redes de conceptos, como redes de resistencia, como una máquina de guerra contra un pensamiento dominante o contra lugares comunes?

GD: Sí, ¿por qué no? estaría muy bien si fuera cierto. Si no se forman escuelas, sólo queda el régimen de las redes, de las complicidades. Por supuesto, siempre ha sido así en todas las épocas. Por ejemplo, lo que se conoce como romanticismo alemán, o el romanticismo en general, es una red; lo que se conoce como dadaísmo es una red. Y si nos preguntamos si hoy hay redes, digo que sí, estoy seguro.

CP: ¿Redes de Resistencia?

GD: Eso es. La función de la red es resistir. Resistir y crear.

CP: ¿Vos te sentís célebre y clandestino? Te gusta esa noción de clandestinidad…

GD: Me gusta, pero no me siento célebre, no me siento clandestino. Es verdad, me gustaría ser imperceptible… pero ésas son preguntas casi personales. Yo lo que quiero es hacer mi trabajo, que no me molesten, que no me hagan perder el tiempo. Y, al mismo tiempo, ver gente, porque lo necesito, soy como todo el mundo, me gusta la gente, bah, me gusta un pequeño número de gente. Lo más hermoso del mundo es tener relaciones imperceptibles con gente imperceptible. Quiero decir que todos somos moléculas y que formamos una red molecular.

CP: ¿Hay una estrategia de la filosofía? Por ejemplo, cuando escribís sobre Leibniz, ¿lo hacés desde un punto de vista estratégico?

GD: Sí, pero supongo que ello depende de lo que se entienda por estrategia. Uno no escribe sin una cierta necesidad. Si no hay necesidad de hacer un libro, si no hay necesidad sentida por parte de quien lo hace, lo mejor es que no lo haga. Así que cuando escribo sobre Leibniz se debe a que para mí es necesario. ¿Y por qué era necesario? Sería muy largo de explicar, de hablar, no de Leibniz, sino del pliegue, pero digamos que para mí, en ese momento, el pliegue estaba fundamentalmente unido a Leibniz.

CP: Pero, aparte de la necesidad que te empuja a escribir, quiero decir que volviste a escribir en torno a un filósofo, como historia de la filosofía, después de los tomos sobre el cine, o libros como Mil Mesetas o El Anti-Edipo…

GD: No hay una vuelta a un filósofo; por eso respondí correctamente a tu pregunta. Sólo he escrito un libro sobre Leibniz porque para mí había llegado el momento de estudiar lo que era un pliegue. Hago historia de la filosofía cuando lo necesito, es decir, cuando encuentro y pruebo un concepto que por su parte ya está ligado a un filósofo. Cuando me apasioné por el concepto de “expresión” hice un libro sobre Spinoza. En el caso de que encontrara conceptos que ya no estuvieran ligados a un filósofo, en ese momento dejaría de hacer historia de la filosofía. Pero, para mí, no hay diferencia entre hacer un libro de historia de la filosofía y hacer un libro de filosofía.



1 comentario:

  1. El otro día, escribiendo en un blog acerca de la serie Game of Thrones, hablaba con un canadiense sobre los personajes de Polanski que él comparaba con los de George Martin. Yo decía que para mí los personajes de Polanski son casi imposibles de amar y que me gusta eso de Polanski.Sus personajes para mí, huelen mal, tienen algo despreciable, pero no completamente despreciable, son "algo" despreciables. Y como estaba escribiendo en inglés no pude explicar exactamente lo que quería. Le dí el ejemplo de El Pianista, de Polanski y el pibe no entendía cómo ese personaje era despreciable para mí mientras él decía que lo había alentado durante toda la película. Yo, muy por el contrario, sólo deseaba que alguien o algo lo matara de una vez. Lo cierto es que no sé qué habrán sentido quienes vieron la película. Ustedes, por ejemplo?
    La cosa es que no daba, en ese blog, decirle al pibe por qué me había pasado eso. Incluso mi comentario corría el peligro de parecer nazi.
    Ya había leído a Primo Levi antes de ver esa película, ésa es la respuesta: la vergüenza de ser hombre. Y en este caso no es tan importante que lo haya dicho Deleuze, sino que lo haya dicho Levi pues él fue quién experimentó el holocausto. La forma en la que Levi lo explica es realmente sobrecogedora y dramática. Quien lo haya leído comprende lo que digo.
    Así que éste fue el mal "olor" que le sentí a Wladyslaw Szpilman.Toda esa gente muriendo a su alrededor y el tipo siempre en una pieza. ¿Cómo lo podés aguantar?! Mo-ri-te ya. Tal vez Polanski leyó a Levi o no, no importa porque en definitiva para mí, este personaje es tan defectuoso como todos los demás que él creó.

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