"Mucha gente piensa que la filosofía es algo muy abstracto y para especialistas. Yo tengo y vivo la idea de que la filosofía no tiene nada que ver con especialistas, de que no es una especialidad o, si lo es, lo es en el mismo sentido que la pintura, la música, etc." Gilles Deleuze

viernes, 28 de octubre de 2011

La entrevista. Letra G (por "Gauche" la izquierda)

Distinciones entre el devenir y la historia, qué significa ser de izquierda, las minorías, la percepción.

CP: En este caso, no se trata del punto de demencia que constituye tu encanto, sino de algo muy serio: tu pertenencia a la izquierda. Como hemos visto, venís de una familia burguesa, de derecha, y desde la Liberación, vos sos un hombre de izquierda. Ahora bien, con la Liberación, muchos de tus amigos se afiliaron al Partido Comunista o bien están muy ligados a él.

GD: Sí, creo que todos pasaron por el PC, menos yo.

CP: Y vos, ¿cómo te libraste?

GD: Mi caso no es complicado. ¿Qué impidió que yo lo hiciera? Creo que el motivo es que yo era muy trabajador y que no me gustaban las reuniones. Nunca soporté las reuniones en las que se hablan interminablemente. Ser miembro del PC en aquel momento implicaba reuniones de célula todo el tiempo.Yo no tenía voluntad de participar en eso y hablaba poco y era tímido. Además había que vender el periódico L´Humanité. No tenía ninguna voluntad de entrar al Partido.


CP: ¿Pero vos te sentías cercano al compromiso de ellos?

GD: ¿Del partido? No, eso nunca me gustó, y fue lo que me salvó. Todos aquellas discusiones sobre Stalin, lo que ya se sabe acerca de los horrores del stalinismo, en fin, eso siempre existió. Los nuevos filósofos vinieron a descubrir que las revoluciones acababan mal con Stalin. Luego el camino estaba abierto y todo el mundo lo descubría. Por ejemplo, acerca de la revolución argelina, de la que dicen que fracasó porque abrió fuego sobre los estudiantes. ¿Pero quién ha creído en algún momento que una revolución termina bien? Dicen que los ingleses se ahorraron tener que hacer revoluciones. ¡Es absolutamente falso! Los ingleses sí hicieron una revolución, mataron al rey, ¿y que obtuvieron? A Cromwell. ¿Y los estadounidenses? Su revolución fue un fracaso aún mayor que el de los bolcheviques. Ellos introducen al nuevo pueblo, hacen la verdadera revolución. Tal como los marxistas confiaban en la proletarización universal, los estadounidenses confían en la inmigración universal: son las dos fases de la lucha de clases. Es absolutamente revolucionario. Es la América de Jefferson, Thoreau y Melville que anuncia el hombre nuevo tal y como la revolución bolchevique lo anuncia. Pues bien, fracasó. Todas las revoluciones fracasan, eso es sabido. Pero fingen redescubrirlo ahora. Hay que ser imbécil. Todo el mundo se dedica ahora a eso, se trata del revisionismo actual. Dicen que la Revolución Francesa también fracasó, pero eso todo el mundo lo sabe. La Revolución Francesa condujo a Napoleón. Y la estadounidense condujo a Reagan que no me parece mejor que los otros.
Nos encontramos así en un estado de enorme confusión. Que las revoluciones se frustren, que salgan mal, nunca ha impedido que un pueblo devenga revolucionario. Se mezclan dos cosas absolutamente diferentes: se trata de la confusión entre el devenir y la historia. Y es una confusión de los historiadores que nos hablan del porvenir de la revolución. Pero ese no es el problema. Ellos siempre pueden remontarse lo bastante lejos para mostrar que, si el porvenir resultó mal, ello se debe a que el mal estaba presente desde el principio. Pero el problema concreto es: ¿cómo y por qué un pueblo deviene revolucionario? Felizmente, los historiadores no pueden impedir eso. Los sudafricanos, los palestinos, están envueltos en un devenir revolucionario. Se me dirá que cuando triunfen, la cosa terminará mal. Pero entonces ya no serán los mismos problemas, aquello creará una nueva situación en la que de nuevo se desencadenarán devenires revolucionarios. En las situaciones de tiranía, de opresión, los seres humanos devienen revolucionarios, porque no queda otra cosa que hacer. Cuandos nos dicen que todo eso acaba mal, no se está hablando de lo mismo. El porvenir de la historia y el devenir de los pueblos no son lo mismo.

CP: Esa filosofía de los Derechos Humanos y ese respeto de todo el mundo por los Derechos Humanos en la actualidad, es como una negación de mayo de 1968 y una negación del marxismo. Vos no tuviste que repudiar a Marx porque no fuiste del PC, así que Marx sigue siendo un referente para vos. Y en cuanto a mayo del ´68, sos una de las pocas personas que lo evoca sin decir que fue un simple alboroto, que el mundo cambió, etc. Me gustaría que hablaras un poco más sobre mayo del ´68.

GD: pero sos dura cuando decís que soy uno de los pocos porque hay mucha gente. Basta mirar en nuestro entorno, entre nuestros amigos, para ver que nadie reniega del Mayo…

CP: Sí, pero son nuestros amigos.

GD: Igualmente, hay muchos otros que no reniegan. Mayo del ´68 es la intrusión del devenir. Quisieron atribuir ese hecho al reino de lo imaginario, pero no lo fue. Fue una bocanada de realidad en su estado más puro. Es lo real que llega de repente, de tal suerte que las personas no lo comprenden y se preguntan: ¿qué es esto? Finalmente, personas en su realidad. Fue prodigioso. Y, ¿qué eran las personas en su realidad? Eran el devenir, claro que los historiadores no lo comprendieron. Mayo del ´68 fue devenir revolucionario sin porvenir de la revolución. Algunos pudieron burlarse de eso pero lo que tomó a las personas fueron fenómenos de puro devenir. ¿Qué es exactamente un devenir? Mayo de 1968 es la intrusión del devenir.

CP: Y vos tuviste un devenir revolucionario en aquel momento?

GD: Basta verte la sonrisa para captar la ironía. Prefiero que me preguntes qué es ser de izquierda. Es más discreto que devenir revolucionario.

CP: Entonces te lo pregunto de otra manera. Entre tu civismo de hombre de izquierda, que vota y todo lo demás, y tu devenir revolucionario, ¿cómo hacés? ¿Qué es ser de izquierda para vos?

GD: Bueno, pienso que no existe gobierno de izquierda. Ello no significa que no haya diferencias entre los gobiernos. Pero, en el mejor de los casos, lo que podemos esperar es un gobierno favorable a determinadas exigencias o reivindicaciones de la izquierda. Pero no existe un gobierno de izquierda, porque la izquierda no es una cuestión de gobierno. Si me pidieran una caracterización de lo que significa ser de izquierda, diría que hay dos maneras. La primera tiene que ver con una cuestión de percepción: ¿qué es no ser de izquierda? No ser de izquierda es como una dirección postal: partir de sí, la calle en la que uno está, la ciudad, el país, los demás países, y así, cada vez más lejos. Comenzás por vos mismo y, en la medida en que sos un privilegiado, que estás en un país rico, pensás cómo hacer para que la situación perdure. Sabés que hay peligros, que la cosa no puede durar y que todo es demencial. Pero igual pensás: ¿cómo hacer para que dure?, ¿cómo hacer para que Europa dure? Y ser de izquierda es lo contrario. Es percibir. Dicen que los japoneses perciben así. No ven como nosotros, perciben primero el contorno. Comienzan por el mundo, luego el continente,  y así. Es un fenómeno de percepción en el que se percibe primero el horizonte.

CP: Pero los japoneses no son un pueblo de izquierda.

GD: Pero eso no importa. Tu objeción no es una razón. Están a la izquierda por su sentido de la dirección, de la dirección postal. Primero, mirás al horizonte y sabés que eso no puede durar, que no es posible que miles de millones de personas mueran de hambre. No es posible esa injusticia absoluta. No en nombre de la moral, sino en nombre de la percepción. Ser de izquierda es empezar por la punta y considerar que ésos son los problemas que hay que responder. No consiste en reducir la natalidad porque ésa es una manera de conservar los privilegios de Europa. Hay que encontrar las combinaciones, los “agenciamientos” mundiales, que permitan solucionar los problemas. Así, ser de izquierda es saber que los problemas del Tercer Mundo están más cerca de nosotros que los problemas de nuestro barrio. Eso es una cuestión de percepción y no una cuestión de alma bella. Para mí, ser de izquierda es todo eso.
La segunda manera de ser de izquierda es devenir-minoría, pues se trata siempre de un problema de devenir. No dejar de devenir minoritario. La izquierda nunca es mayoritaria en tanto que izquierda. Y por una razón muy simple: la mayoría supone la existencia de un patrón. En occidente, el patrón que supone cualquier mayoría es: humano, adulto, varón, habitante de las ciudades. Por lo tanto, obtendrá la mayoría aquel que, en un momento dado, cumpla ese patrón. O sea, la imagen sensata del humano adulto, varón, habitante de las ciudades. Pero puedo decir que la mayoría nunca es alguien concreto. Es un patrón vacío. Sólo que muchas personas se reconocen en ese patrón vacío. Pero, en sí, el patrón es vacío. Entonces las mujeres empiezan a ser tenidas en cuenta y a intervenir en esta mayoría, o en minorías secundarias, a partir de su grupo en relación a ese patrón. Sin embargo, al lado de esto, ¿qué hay? Hay todos los devenires que son devenires minoritarios. Quiero decir que las mujeres, como tales, no son algo dado y consolidado, no son mujeres por naturaleza. Las mujeres tienen un devenir-mujer. Como resultado de esto, si las mujeres tienen un devenir-mujer, los hombres tienen un devenir-mujer. Hablamos del devenir-animal. Los niños también tienen un devenir-niño, no son niños por naturaleza. Todos esos devenires son minoritarios.

CP: Sólo los hombres no tienen un devenir-hombre.

GD: Claro que no lo tienen, es un patrón mayoritario. Y vacío. El varón adulto no tiene devenir. Puede devenir-mujer y, en ese momento, entablar procesos minoritarios. La izquierda es el conjunto de los procesos de devenir minoritario. Yo afirmo: la mayoría es nadie y la minoría es todo el mundo. Ser de izquierda es eso: saber que la minoría es todo el mundo y que ahí se producen los fenómenos de devenir. Es por eso que todos los pensadores tuvieron dudas acerca de la democracia, dudas sobre lo que llamamos “elecciones”. Pero se trata de cosas archisabidas.

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