"Mucha gente piensa que la filosofía es algo muy abstracto y para especialistas. Yo tengo y vivo la idea de que la filosofía no tiene nada que ver con especialistas, de que no es una especialidad o, si lo es, lo es en el mismo sentido que la pintura, la música, etc." Gilles Deleuze

viernes, 28 de octubre de 2011

La entrevista. Letra H. (historia de la filosofía).


Estoy como loca, ya sé. Creo que estoy exagerando porque no es muy fácil andar haciendo cortes a lo que este hombre tiene para decir. Esta parte de la entrevista es una de las más interesantes para mí y bastante pedagógica. 

CP: Se suele decir que en tu obra hay una primera etapa consagrada a la historia de la filosofía. Escribiste libros sobre David Hume, Nietzsche, Kant, Bergson, Spinoza y ahora Leibniz. Los que no te habían leído y te consideraban un comentador se quedaron muy sorprendidos con El Anti-Edipo y Mil Mesetas. Como si hubiera nacido un Mr. Hyde que dormitaba en el Dr. Jeckyll. ¿Qué es lo que te gustaba y te sigue gustando en la historia de la filosofía?

GD: Es un asunto complicado. Yo tengo y vivo la idea de que la filosofía no tiene nada que ver con especialistas, de que no es una especialidad o, si lo es, lo es en el mismo sentido que la pintura, la música, etc. El problema intento plantearlo de otro modo.Para mí la historia de la filosofía es una especie de arte del retrato. Uno hace el retrato de un filósofo, pero hace el retrato filosófico de un filósofo. Así que es una actividad que forma parte de la filosofía misma al igual que el retrato forma parte de la pintura. Invoco a pintores como Van Gogh o Gauguin porque hay algo en ellos que me impresiona y es esa especie de enorme respeto e incluso miedo ante el color. Resulta particularmente divertido que estos pintores se cuentan entre los mejores coloristas pero si reconsideramos la historia de su obra, para ellos, abordar el color es algo que se hace con temblores. Ellos no se consideran dignos de hacer verdaderas pinturas. Tuvieron que pasar años antes de que abordaran el color y cuando lo hicieron todos ya conocen el resultado.
La filosofía es como el color. Antes de entrar en la filosofía hay que tomar muchas precauciones. Antes de llegar a inventar conceptos (el color en la pintura) hace falta mucho trabajo. Y yo creo que la historia de la filosofía es esa lenta modestia. Hay que hacer retratos durante mucho tiempo.


CP: Sabemos cuál es la utilidad de la historia de la filosofía para vos. ¿Pero cuál es para la gente en general?

GD: Me parece que es muy sencillo: sólo se puede comprender qué es la filosofía mediante la historia de la filosofía, siempre que la concibamos como es debido. Porque algo que me parece seguro es que un filósofo no es alguien que contempla, ni siquiera alguien que reflexiona. Un filósofo es alguien que crea. Sencillamente, crea un tipo de cosas completamente especial: crea conceptos.
¿Para qué sirve? ¿Por qué crear conceptos? ¿Qué es un concepto?
Platón creó un concepto que no existía antes de él y que se suele traducir por “Idea”. Para hacer filosofía hay que preguntarse de verdad: ¿Qué es concretamente ese concepto?, ¿qué es una Idea?, ¿qué es una idea para Platón? En ese momento ya estoy haciendo historia de la filosofía. Intentaría explicar a la gente –y esa es la teoría del profesor- que lo que yo creo que Platón llama “Idea” es una cosa que no sería otra cosa, que no sería más que lo que es. De nuevo parece abstracto. Pongo otro ejemplo: tomemos una madre. Una madre que no sería sino madre, que no sería a su vez hija de otra madre. Es lo que habría que llamar la “Idea de madre”: una cosa que no es más que lo que es. Eso es más o menos lo que quiere decir Platón cuando dice: “Sólo la justicia es justa”. Supongan entidades tales que no sean más que lo que son: las llamamos “Ideas”. Así crea un verdadero concepto que no existía con anterioridad: la idea de la cosa en tanto que pura; es la pureza lo que define a la Idea.
Platón no dice lo que dice al azar. Por el contrario se encuentra en una situación muy concreta: pase lo que pase hay pretendientes, hay gente que dice: “Para eso yo soy el mejor”. Pongamos un ejemplo: él da una definición del político y dice que el político es el pastor de hombres. Pero entonces llega mucha gente que dice: “En ese caso el político soy yo”. Pueden decirlo el comerciante, el labrador, el médico. O sea, hay rivales. Entonces la cosa empieza a tornarse más concreta. Decía que un filósofo crea conceptos. En nuestro caso Platón crea el concepto de Idea, la cosa en tanto que pura. El lector no comprende inmediatamente el por qué, pero si reflexiona sobre su lectura, se da cuenta de que ello se debe a la siguiente razón: hay toda una serie de rivales que pretenden a la cosa y de que el problema platónico no es en modo alguno qué es la Idea sino cómo seleccionar a los pretendientes, cómo descubrir entre ellos al buen pretendiente. Y la Idea, la cosa en estado puro, es la que seleccionará  a aquél que más se acerce a ella. Así podemos avanzar un poco porque diría que todo concepto remite a un problema. En este caso: ¿cómo seleccionar a los pretendientes? Si hacemos filosofía en forma abstracta, ni siquiera vemos el problema pero cuando éste se encuentra, todo se torna concreto. La filosofía consta del problema y del concepto: el problema es cómo seleccionar a los pretendientes y el concepto es la Idea que me permitirá seleccionarlos sin que importe cómo habré de hacerlo.

Ahora bien, ¿por qué ese problema y ese concepto se forman en la ciudad griega? Y sí, es un problema típicamente griego, un problema de la ciudad democrática (aunque Platón no acepta el carácter democrático de la ciudad). En una ciudad democrática una magistratura es objeto de pretensiones. En una forma imperial, como las que había en la época griega, hay funcionarios nombrados por el gran emperador y no existe rivalidad entre pretendientes.
La filosofía también tendrá sus pretendientes, de ahí la lucha de Platón contra los sofistas. Según él los sofistas son pretendientes a algo a lo que no tienen derecho. ¿Qué va a definir el derecho o no derecho de un pretendiente? Éste es un problema divertido como una novela.
Pongo un último ejemplo que no tiene nada que ver. Mucho tiempo después, aparece un filósofo que se llama Leibniz y que inventa un concepto extraordinario al que da el nombre de “mónada”. La mónada leibniziana designa a un sujeto en tanto que expresa la totalidad del mundo y que, expresándola, no expresa claramente más que una pequeña región del mundo: su territorio, lo que Leibniz llama su “departamento”. ¿Por qué lo crea? ¿Por qué decir eso y no otra cosa? Hay que encontrar el problema, no porque él lo oculte sino porque en ello reside el encanto de leer filosofía.
¿Cuál es el problema que plantea? A saber: no hay nada en el mundo que no exista plegado. Él vive el mundo como un conjunto de cosas que están plegadas las unas a las otras. Lo que importa es la idea de un mundo que está plegado, en el que todo es pliegue de pliegue, de tal suerte que nunca se llegue a algo completamente desplegado. Él construye el concepto de un alma que expresa el mundo entero, es decir, en el que el mundo entero se encuentra plegado.
Entonces podemos preguntarnos ¿qué es un mal filósofo y qué es un gran filósofo? Un mal filósofo es alguien que no inventa ningún concepto. En ese momento no hace filosofía. Dice: “esto es lo que pienso”. No inventa ningún concepto ni plantea ningún problema. De esta suerte, hacer historia de la filosofía es ese largo aprendizaje en un doble dominio: la constitución de los problemas y la creación de los conceptos.
La gente habla pero no se sabe nunca de qué problemas habla. Sólo emiten opiniones.
Conocemos con rigor las preguntas, pero si yo pregunto si existe Dios, ello no constituye ningún problema. ¿Cuál es el problema que está detrás de la pregunta por la existencia de Dios? A la gente le importa un pito. Lo que importa es por qué dicen lo que dicen y qué concepto de Dios van a fabricar. De lo contrario te quedás en la tontería y no hacés filosofía. Encontrar un problema no es tan diferente de lo que tenés que hacer cuando estás frente a un cuadro.
Los problemas, además, evolucionan. Algunos problemas planteados por Platón siguen siendo válidos a costa de algunas transformaciones. ¿Qué es la evolución de los problemas? Yo creo en una especie de devenir del pensamiento que hace que los problemas no se planteen de la misma manera. Como un llamamiento urgente que apela a la necesidad permanente de crear; de recrear, nuevos conceptos.

CP: ¿Cómo evoluciona un problema a través del tiempo?

GD: Un ejemplo: en el siglo XVII, ¿cuál es la preocupación negativa de la mayoría de los grandes filósofos? Impedir el error. Y luego hay un deslizamiento muy lento, de tal suerte que en el siglo XVIII empieza a nacer un problema muy diferente. Ya no se trata de denunciar el error, sino de denunciar las ilusiones. El problema que empieza a nacer es completamente nuevo. La cuestión ya no es cómo evitar el error sino cómo llegar a disipar las ilusiones de las que se rodea el espíritu. Y luego, en el siglo XIX sucede como si aquello se deslizara de un lado a otro sin llegar a estallar del todo y se plantea la siguiente cuestión: ¿cómo conjurar la necedad? Ya no se trata de la ilusión, se trata de que los seres humanos, en tanto criaturas espirituales, no dejan de decir tonterías. Por ejemplo: la evolución de la burguesía en el siglo XIX que hace de la necedad un problema urgente.
Bien, pero hay algo más profundo en esa especie de historia de los problemas que afronta el pensamiento, y cada vez que se plantea un problema aparecen nuevos conceptos. De tal suerte que, si comprendemos la filosofía como creación de conceptos y constitución de problemas (más o menos ocultos que hay que descubrir) nos damos cuenta que la filosofía no tiene rigurosamente nada que ver con lo verdadero y lo falso. La filosofía no consiste en buscar la verdad. Buscar la verdad es algo que no quiere decir rigurosamente nada. Y si se trata de crear conceptos o construir un problema no es asunto de verdad o falsedad sino que es una cuestión de sentido. Hacer filosofía es constituir problemas que tengan sentido y crear los conceptos que nos permitan avanzar en la comprensión y la solución del problema.

CP: Vos aclaraste a propósito de Spinoza –y también lo podemos aplicar a Nietzsche- que ellos te ponían en contacto con la parte algo oculta y maldita de la historia de la filosofía. ¿Qué querías decir con ello?

GD: Para mí esa parte oculta se trata de gente, de pensadores, que han rechazado toda trascendencia. Autores que rechazan todos los universales –es decir, la idea de que el concepto tiene un valor universal- y toda la trascendencia – es decir, toda instancia que supere a la tierra y a los seres humanos. Son autores de la inmanencia.


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